Puedes enseñar al niño la Palabra, pero primero empieza por ti mismo: debes cuidarte con la Palabra que lava y purifica para ser presentado al Señor sin mancha y sin arrugas, santo e irreprensible.

Puedes enseñar al niño la Palabra, pero primero empieza por ti mismo: debes cuidarte con la Palabra que lava y purifica para ser presentado al Señor sin mancha y sin arrugas, santo e irreprensible.